martes, 8 de junio de 2010

LA INTELIGENCIA CIEGA

La toma de conciencia.
Hemos adquirido conocimientos sin precedentes. La ciencia ha hecho reinar, a los métodos de verificación empírica y lógica. Y sin embargo el error, la ignorancia y la ceguera progresan por todas partes al mismo tiempo que nuestros conocimientos.
1. La causa profunda del error está en el modo de organización de nuestro saber en sistemas de ideas.
2. Hay una nueva ignorancia ligada al desarrollo de la ciencia.
3. Hay una nueva ceguera ligada al uso degradado de la razón.

El problema de la organización del conocimiento.

Todo conocimiento opera mediante la selección de datos significativos y rechazo de datos no significados. Estas operaciones utilizan la lógica son de hecho comandados por principios supralógicos de organización de pensamiento o paradigmas.
El ejemplo del GULAG puede tomarse como un fenómeno secundario, negativo si se quiere, dentro del sistema soviético en virtud de las presiones del capitalismo internacional. Visto de esta manera el Gulag puede considerarse un mal necesario y no como símbolo del totalitarismo soviético. Sin ánimo de justificar un sistema penitenciario vinculado a la represión, nosotros no podemos emitir un juicio certero porque no contamos con elementos que nos permitan concebir la complejidad del problema. Actualmente se habla de la dictadura en la isla de Cuba, pero esquivamos el criminal bloqueo al que ha estado sometida por más de cuarenta años esta nación caribeña. Por esta razón es necesario, ante todo, tomar conciencia de la naturaleza y de las consecuencias de los paradigmas que mutilan el conocimiento y desfiguran lo real.

La patología del saber, la inteligencia ciega.

Vivimos bajo el imperio de los principios de disyunción, reducción y abstracción cuyo conjunto se denomina paradigma de la simplificación.

La patología del saber, la inteligencia ciega. Vivimos bajo el imperio de los principios de disyunción, reducción y abstracción cuyo conjunto constituye lo que llamo el paradigma de la simplificación. Descartes formuló este paradigma maestro de Occidente, desarticulando al sujeto pensante (ego cogitans) y a la cosa extensa (res extensa), es decir filosofía y ciencia, y postulando como principio de verdad a las ideas “claras y distintas”, es decir, al pensamiento disyuntor mismo. Este paradigma, que controla la aventura del pensamiento occidental desde el siglo XVII, ha permitido, sin duda, los enormes progresos del conocimiento científico y de la reflexión filosófica; sus consecuencias nocivas ulteriores no se comienzan a revelar hasta el siglo XX.Tal disyunción, enrareciendo las comunicaciones entre el conocimiento científico y la reflexión filosófica, habría finalmente de privar a la ciencia de toda posibilidad de conocerse, de reflexionar sobre sí misma. Más aún, el principio de disyunción ha aislado radicalmente entre sí a los tres grandes campos del conocimiento científico: la Física, la Biología, la ciencia del hombre.
La única manera de remediar esta disyunción fue a través de otra simplificación: la reducción de lo complejo a lo simple (reducción de lo biológico a lo físico, de lo humano a lo biológico). Una hiperespecialización habría aún de desgarrar y fragmentar el tejido complejo de las realidades, para hacer creer que el corte arbitrario operado sobre lo real era lo real mismo. Al mismo tiempo, el ideal del conocimiento científico clásico era descubrir, detrás de la complejidad aparente de los fenómenos, un Orden perfecto legislador de una máquina perfecta (el cosmos), echa ella misma de micro-elementos (los átomos) diversamente reunidos en objetos y sistemas.
Tal conocimiento fundaría sus rigor y su operacionalidad, necesariamente, sobre la medida y el cálculo; pero la matematización y la formalización han desintegrado, más y más, a los seres y a los existentes por considerar realidades nada más que a las fórmulas y las ecuaciones que gobiernan a las entidades cuantificadas. Finalmente, el pensamiento simplificante es incapaz de concebir la conjunción de lo uno y lo múltiple (unitas multiplex). O unifica abstractamente anulando la diversidad o, por el contrario, yuxtapone la diversidad sin concebir la unidad.
Así es que llegamos a la inteligencia ciega. La inteligencia ciega destruye los conjuntos y las totalidades, aísla todos sus objetos de sus ambientes. No puede concebir el lazo inseparable entre el observador y la cosa observada. Las realidades clave son desintegradas. Pasan entre los hiatos que separan a las disciplinas. Las disciplinas de las ciencias humanas no necesitan más de la noción de hombre. Y los ciegos pedantes concluyen que la existencia del hombre es sólo ilusoria. Mientras los medios producen la cretinización vulgar la Universidad produce la cretinización de alto nivel. La metodología dominante produce oscurantismo porque no hay más asociación entre los elementos disjuntos del saber y, por lo tanto, tampoco posibilidad de engranarlos y de reflexionar sobre ellos.
Nos aproximamos a una mutación sin precedentes en el conocimiento: éste está cada vez menos, hecho para reflexionar sobre él mismo y para ser discutido por los espíritus humanos, cada vez más hecho para ser engranado de las memorias informacionales y manipulado por potencias anónimas, empezando por los jefes de Estado. Esta nueva, masiva y prodigiosa ignorancia es ignorada, ella misma por los sabios. Estos, que no controlan, en la práctica, las consecuencias de sus descubrimientos, ni siquiera controlan intelectualmente el sentido y la naturaleza de sus investigación.
Los problemas humanos quedan librados, no solamente a este oscurantismo científico que produce especialistas ignarios, sino también a doctrinas obstrusas que pretenden controlar la cientificidad (al estilo del marxismo althuseriano del econocratismo liberal), a ideas clave tanto más pobres cuanto que pretenden abrir todas las puertas (el deseo, la mimesis, el desorden, etc.), como si la verdad estuviera encerrada en una caja fuerte de la que bastara poseer la llave, y el ensayismo no verificado se reparte el terreno con el cientificismo estrecho.
Desafortunadamente, la visión mutilante y unidimensional se paga cruelmente en los fenómenos humanos: la mutilación corta la carne, derrama la sangre, disemina el sufrimiento. La incapacidad para concebir la complejidad de la realidad antro-social, en su micro-diemensión (el ser individual) y en su macro-dimensión (el conjunto planetario de la humanidad), ha conducido a infinitas tragedias y nos condujo a la tragedia suprema. Se nos dijo que la política “debe” ser simplificante y maniquea. Lo es, ciertamente, en su versión manipulativa que utiliza a las pulsiones ciegas. Pero la estrategia política requiere al conocimiento complejo, porque la estrategia surge trabajando con y contra lo incierto, lo aleatorio, el juego múltiple de las interacciones y retroacciones.


Edgar Morin | Extraído de “Introducción al pensamiento complejo”.

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